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martes, octubre 18, 2011



(cuatro)


Era un sobre blanco cualquiera, una hoja blanca sacado de una resma común y corriente, y estaba escrito con seguridad por un lápiz bic punta gruesa.

El cartero llegó bajo una puntualidad subjetiva y entregó la misiva.

Con tan sólo cuatro palabras se podía entender todo. La intensión, el destino. Se escribió en cuatro palabras el futuro de alguien que sin expectativas abrió un sobre cualquiera. No podía soslayar al tiempo y la premura se volvió inexorable.

Tuvo que rebobinar la cinta en su cabeza y comenzar a proyectar lo que vendría. Una caja, dos ruedas a alta velocidad y otro estacionamiento. Pero no. Todo era aún más sencillo de lo que había pensado. Releyó esas cuatro palabras y comprendió lo fácil que sería.

No necesitaría hacer nada más que padecer. Deberá salir a la calle y caminar por cualquier avenida ancha para alcanzar a perderse. Conversar con alguien en una banca de un parque para niños. Con cautela se llevará un juguete, como única reserva.

Ahora, sólo requería encontrar a alguien con quien escuchar radio. Un viejo en Plaza de Armas con una a pilas, que chicharrea a un intervalo de 46 segundos. Y la paloma sobrevuela. Y el mendigo se acerca por otra moneda. Y la señora va detrás del niño que corre hacia la pileta. Y el dibujante que crea la caricatura de una mujer incógnita. Y el hombre con su alpaca de plástico y la cámara antigua para sacar fotografías. Estaba saldado.

Recordó las cuatro palabras. Nadie lo espera en ningún sitio y tampoco tiene dónde más ir. No importa. Su camino no es aquel que se traza con adoquines. Puede partir cuando él quiera y cómo él quiera. Se paraliza el tiempo y nos dimos cuenta que fue ahora.


Un sueño de ·llvr· :: 3:34:00 p. m. :: 1 Han soñado:

Desquitese acá

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viernes, octubre 14, 2011



(es mi pollo)


El principio siempre es lo más fácil, porque la creación está que explota y sin ella te vas muriendo de a poco. Pero a quién le puede importar si todos piensan en la propiedad, la propiedad privada, la propiedad egoísta.

No me siento cómoda hablando, pero más vale hacerlo para no convertirse en boxeador y después se terminen burlando de tus machucones en la cara. Esto se potencia más cuando quieres decir la verdad, y luego te increpan porque no estás cooperando. ¿A quién estás ayudando? Mi honestidad es propiedad colectiva que no entra en la propiedad privada de los demás, porque no la entienden.

Los antiguos barrios con viejos que riegan sus jardines, donde sus hijos favoritos aún viven en casa o de los cuales ya no saben nada. Obvio, mis pollos en el frontis de la casa le molestaban. Se pasaban a su jardín y picoteaban el pasto, el suelo. Su propiedad privada le permitía tomar su martillo y romperle una pata al polluelo. Y mientras más eran, más desastroso era su intento por resguardar su metro egoísta. Luego entraba a su casa a contar sus ganancias, su dinero, su oro y a reestructurar su bendita propiedad.

No sabe que el hombre es en base a sus huesos, sus venas, su mente y las propias leyes que en la praxis comunitaria se alejan de la realidad. Y surge la propiedad privada. Y siento más de lo que es necesario. Me acuesto el lunes como enfermera y me despierto el martes como paisajista. No es coraje, no es valor, es sólo azar. Y mis límites no existen y la propiedad privada queda resumida en un piso resbaloso donde todos caen. No hay pared, no hay rejas, no hay un camino al paraíso.

El final siempre es difícil porque la creatividad se ha fundido. La palabra fin cabe, incluso, al principio de cualquier texto.


Un sueño de ·llvr· :: 4:21:00 p. m. :: 0 Han soñado:

Desquitese acá

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