2 de Enero de 1934
Hoy cumpliría 73 años y, de seguro, habría una gran fiesta. Le gustaba mucho la buena mesa, y gozaba con la música y el baile.
Estaría con una copa de vino cantando su cumpleaños, junto a una torta enorme de crema, que mi abuela le hubiera hecho. Estaríamos todos a su alrededor, abrazándolo y besándolo por montones. Nos reiríamos de su chiste corto y su rapidez para responder. Lo más probable es que él nos entregaría más festividad a nosotros, que nosotros por su propio cumpleaños.
Andaría detrás de mí con una bandeja de “tapaditos”, papas fritas, pedazos de torta o lo que fuese, porque de seguro me encontraría muy flaca. O quizás, esperaría hasta el 4 de Enero para celebrar mi cumpleaños con el de él.
No me cabe la menor duda, que este mes de Enero hubiese sido increíble. Porque para el 21 me hubiese celebrado el santo con mi mamá, y así habría encontrado otra excusas para juntarnos todos y, por supuesto, para comer.
No quiero ni seguir imaginando, pues me invade una nostalgia tremenda que me dice una y otra vez, que éste Enero sería otro si estuviese vivo. No quiero seguir pensando qué podría haber pasado, si ya la vida se truncó y sólo me queda el recuerdo. Y, por más que todos estén a mi lado, su ausencia es imposible de reemplazarla.
Te espero, mi viejo, cualquier otro 2 de Enero, cuando la tierra ya no reclame más por mí.
[En tu cumpleaños, por estos más de 9 años sin ti]
Sé que me olvidaste muy pronto… y sé que fue sin querer. Tu mente se averió, y se llevó todo el amor de quienes hasta hoy te recuerdan y te aman. Aunque me reconociste hasta los 10 años, yo te recordaré por el resto de mi vida. Y sé que a más de alguien, podré contarle lo bello que eras.
· · · ¡¡Feliz Cumpleños!! · · ·