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sábado, octubre 21, 2006
(Escucha mientras lees)
Los nuevos niños: los niños piteados
En el año 1988, los niños éramos de otra forma. Parece que hoy, todo ha cambiado… y mucho.
Por la mañana me desperté muy temprano, como a las 07.30 AM. Tenía que ayudar a mi hermana en unos talleres para niños. Explicándome y sin ser tan drástica, eran niños los cuales tenían problemas psicológicos; fundamentalmente, provocados por el entorno familiar.
La primera actividad, fue llevar a los mocosos a un parque, y jugar. Yo pensaba “pero qué tarea más simple, más de alguno ha de ser inquieto… un puro estate quieto, y estamos al otro lado”. Me equivoque. Camila, quien iba junto a mí, pasó por el lado de una baranda y me dijo “tía tómeme una foto que me voy a suicidar”. Hasta ahí no más me dejó, la portadora de diez años. Callada, perturbada, literalmente hacia adentro.
Pensé que sí, los pendejos iban a ser piteados, pero ¡nunca para tanto! Todo aumentó, cuando su hermano, Benjamín, se tiró contra la calle y comenzó a gritar “¡¡ me voy a matar, me voy a matar!!”. En ese minuto me entregué. Por más que iba a ayudar a mi hermana, no me iba a responsabilizar de dos niños fatalistas, fanáticos del thanatos.
Cuando estábamos jugando, dentro de un macabro grupo de niños a esas alturas, me acordé de algo. Sí, de Valentina. Una niña de diez años la cual es abusada por su hermano, donde lo peor de todo es que a ella le gusta. De hecho, comenzó a preguntarles a los niños si "les gustaba tener relaciones sexuales". Justo estaba a su lado, y pensé que ella tenía más experiencia que yo. Hice oídos sordos, pues insito que no soy psicóloga y, al parecer, estaré muy lejos de serlo.
Mientras me escabullía entre la masa infante, descubrí a Ariel. Tenía siete años, pero lucía de tres. No sufría de enanismo, sino una cuestión motora que me explicaron, pero que con tanta perturbación no pesqué mucho. Era increíble. Es primera vez que veo a un niño, hacer cariño con un profundo amor. Todos los pendejos suelen ser muy regalones, pero casi nada te dan a cambio; excepto ese beso más que baboseado. Ariel, me hacía cariño en las manos, en los brazos, en la cara. Me conquistó. No sé si fue por su extremo amor, o porque era el más cuerdo de todos. El que estaba medio perdido era su hermano, pues cuando tuvo que decir qué animal le gustaba dijo “un rottweiler mordiendo a una persona… ¡es muy divertido!”.
Las horas se me pasaron lento. Era imposible pasar desapercibida, tanta afirmación y actitud. Me acordé cómo era yo a esa edad y, por más que estuve condicional hasta cuarto medio, fui una santa. Nada es comparable.
Los progenitores llegaron, y se llevaron a las pobres criaturas. El papá de Camila y Benjamín estaba ahí, y no me sorprendió que su polera fuera del Cementerio de Santiago.
No quiero ser cruel con todo lo escrito, pero experimento un fenómeno en particular. Ese que cuando de miedo te ríes, y luego te haces la hueona.
{Los nombres de los niños han sido cambiados, para resguardar su identidad}
Un sueño de ·llvr· ::
3:52:00 p. m. ::
10 Han soñado:
Desquitese acá
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