
Contador... ¿y pa' qué?
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miércoles, agosto 30, 2006
Ya soy muy cruel
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celoso, porque no soportará verme sola partir, como siempre lo hago. Y no sabe, lo difícil que es ver las cosas así. Ya no espero, por mucho que me esperen.
¿Volverán a existir las casas arropadas, aunque yo no espere a nadie? Y ahora me dicen cruel; me alejo, y gozo de la soledad. Tomó la pena y se la llevó de casa cuando decidió partir; porque nadie merece llorar, nadie merece estar solo, aunque yo no espere a nadie.
Y me gritan de nuevo cruel. Siendo que ya han pasado siete horas y quince días de todo esto. Ya aprendí a dormir en el día y a salir toda la noche, veo a quién quiero y elijo lo que me da la gana. Voy a un restaurante y como mi cena tranquila. Sin embargo, me siguen diciendo que soy cruel.
Sola nuevamente, y nadie me dice cual fue el error. Fui al médico y me dijo que solo tenía que pasarla bien… y ¿qué? Si me siguen diciendo cruel.
Me imagino, que vivir junto a ti es algo difícil. Pero, lamentablemente, nadie se compara a ti. Dime cruel nuevamente, y solo así, podré darte otra oportunidad. Mas, ya no hay un hombre para esta mujer. [a Sinead O'Connor]
Un sueño de ·llvr· ::
10:37:00 p. m. ::
2 Han soñado:
Desquitese acá
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sábado, agosto 26, 2006

Alcoba Azul
Y la vi. Después de tanta búsqueda desesperada, ahí estaba. Afloraba por un lado su humildad, por el otro su soberbia. Me miraba con un ojo entristecido y con el otro lleno de dicha. Se acercó. Me dijo en más de mil formas que me quedara tranquila, pero desistí.
Creí que nunca conocería su vida, sus historias, ese placer que emana. Creí que jamás podría tocarla, ni menos que podría sentirla. Bajé rápido las escaleras. Preparé mi mejor plato y la sorprendí. Vi como se rió y disfrutó mi cariño. Aprecié desde muy cerca su belleza y simpleza. La mágica forma de trasportarme a un mundo utópico… el único mundo que quiero vivir.
Dos caminos tenía en frente y ella me deslizó. Me jaló fuerte del brazo y me atrapó en un mar de hojas verde, entre unas tierras húmedas. Escuché su música favorita y bailé con ella. Se acercó más a mí, me asusté, se acercó más y me congelé. Me dejé caer. Su pasión fue más fuerte que mi orgullo.
Sentí que se iba, pero ¡NO! ¡No te vayas! ¡Te necesito mujer! ¡Cuéntame todo! ¡Quédate a mi lado! ¡Pero no te alejes!
El cuadro se comenzó a desvanecer y yo pedí la paciencia.
¡Vuelve! ¡Ayúdame en esto! ¡Te quiero acá! ¡Dime que debo hacer!
Me dejó un par de pinceles, una tela preparada y un par de oleos. Al lado una nota que decía “ahora dibuja, tu propia alcoba azul”.
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